Un nuevo actor en el tablero de BRICS: el rol estratégico de África
- Redacción Xnews
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Dra. Rocío Méndez Bautista

El grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ha evolucionado desde su creación en 2006 como contrapeso al dominio occidental, y su reciente expansión en 2024 –que incluye a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos- marca un punto de inflexión para África. Este continente, históricamente marginado en la gobernanza global, encuentra en esta alianza una oportunidad estratégica para redefinir su posición internacional.
El acercamiento de África a los BRICS+ surge en un contexto donde las economías emergentes buscan alternativas al sistema liderado por Occidente. China y Rusia, mediante iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda, han tejido relaciones económicas políticas cada vez más profundas con el continente. Esta vinculación ofrece a África la posibilidad de atraer inversiones críticas en infraestructura y tecnología, reducir su dependencia de los mercados tradicionales y ganar peso en la configuración de un orden multipolar.
La inclusión de Egipto y Etiopía al bloque no es sólo simbólica: refleja el reconocimiento del potencial africano en un grupo que controla el 26% del PIB global y el 44% de la producción petrolera mundial. Su inclusión no solo amplía la representatividad del bloque sino que también fortalece su narrativa como alternativa al G7 y a los modelos económicos dominantes del norte global. Desde la perspectiva del comercio exterior, esta ampliación podría traducirse en un mayor dinamismo en las relaciones sur - sur, la diversificación de socios estratégicos y el impulso de cadenas de valor menos dependientes de Occidente.
Por lo que se refiere a la inclusión de Etiopía a los BRICS, resulta significativo pero controvertido puesto que como segunda economía más poblada de África, con 120 millones de habitantes y un rol protagónico en la Unión Africana, su ingreso a los BRICS+ podría consolidar su liderazgo regional. Sin embargo, su frágil economía (con un PIB per capita de apenas 1, 150 dólares y graves carencias en infraestructura básica, donde sólo la mitad de la población tiene acceso a la electricidad) plantea interrogantes sobre su capacidad para aprovechar esta membresía. A esto se suman sus conflictos internos y la pérdida de acceso al mar tras la independencia de Eritrea en 1993, factor que ha limitado históricamente su desarrollo.
En contraste, Egipto se integra a los BRICS como un aliado estratégico y representa una oportunidad única para fortalecer el apoyo árabe - africano y lograr un nuevo orden económico multipolar. Su posición geopolítica, controlando el vital Canal de Suez (por donde transita el 12% del comercio mundial) lo convierte en un puente natural entre África, Oriente Medio y Europa. Además su economía diversificada y su estabilidad relativa en una región convulsa lo posicionan como un actor indispensable para la seguridad energética y logística del bloque, además, es un importante mercado para la tecnología en diversos campos, incluida la energía nuclear.
Todo esto parece confirmar que, la entrada de Etiopia y Egipto en los BRICS es una apuesta por las oportunidades comerciales a futuro, es una elección que revela la visión geoestratégica que buscan alcanzar los BRICS. El reto será lograr que la inclusión de países con economías menos favorecidas, no quede en un gesto político, sino que se traduzca en una integración con resultados contables, coordinación de políticas económicas y beneficios concretos para sus poblaciones. Además, queda por ver si, en este caso, Etiopía sabe aprovechar las nuevas relaciones para resolver sus crisis económicas y si los BRICS se beneficiarán al apostar por ella.
Es necesario recalcar que la inclusión de Sudáfrica en el bloque ha dado a muchos países africanos la esperanza de que también podrían ser parte de la nueva fuerza global, la cual se acerca con tendencias de negocio entre sus miembros, en igualdad de condiciones y no de dominio o “colonialismo” como suele hacer Occidente. La importancia que tienen los BRICS para África radica en el volumen de su población y el valor de las economías que participan, en donde se calcula que tiene el 45% de los habitantes del mundo y en conjunto las economías valen más de 28,5 billones de dólares, aproximadamente el 28% de la economía mundial y producen alrededor del 44% del petróleo crudo del mundo.
El acercamiento entre el bloque y el continente contribuye a ampliar el margen de maniobra de los Estados africanos y ofrece nuevas posibilidades de financiamiento e inversión pero no hay que perder de vista que las relaciones entre ambos siguen siendo en circunstancias de desigualdad, como lo son con Occidente. Mientras África exporta a los BRICS bienes primarios, estos exportan productos transformados lo que genera un déficit comercial en aumento y se traduce en la reproducción de un sistema de cooperación tradicional Norte – Sur, entre centros y periferias; lo que significa que, a pesar de que el bloque está exento de sentimientos anticolonialistas sus intenciones de cooperación no están absueltas de la búsqueda de mayor influencia geopolítica en la región y sobre todo de la obtención de recursos naturales indispensables para sus industrias.
El peso que tienen los BRICS a nivel global no se puede ignorar, tienen el potencial para ser una fuerza que motive a un orden mundial más equitativo y en donde África sea vista como un ente de amplias posibilidades de participación económica e influencia geopolítica en esa región. Y en todo caso, la prosperidad de África no dependerá de su relación con los BRICS+, dependerá de la capacidad de sus gobiernos para crear proyectos que respondan a las necesidades y aspiraciones de su población y no a los intereses de una pequeña élite.
Los verdaderos desafíos para los BRICS+ será transformar su expansión en beneficios concretos para todos sus miembros. Mientras que para países como Egipto están bien posicionados para capitalizar su membresía, otros como Etiopía enfrentan obstáculos estructurales que requieren atención especial. La clave estará en implementar mecanismos de cooperación efectivos que eviten reproducir las dinámicas de dependencia que caracterizaron las relaciones Norte-Sur.
Por último, África tiene ante sí una oportunidad histórica para redefinir su lugar en el mundo, pero deberá navegar con cautela entre el pragmatismo económico y la preservación de su autonomía estratégica. La respuesta a si los BRICS representarán un verdadero cambio de paradigma o simplemente una nueva forma de dependencia, está por escribirse.
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